Todos los calzoncillos conducen a Roma

roma

Esta expresión conocida por todos y muestra inequívoca de la sabiduría popular, comenzó a utilizarse a principios del Siglo XIX, ya que en Roma existían varías compañías textiles muy pujantes que fabricaban calzoncillos (Abanderatus, Calvin Klenius, etc.) y en esta gran urbe tenían el servicio técnico para repararlos, puesto que en esa época las cosas se reparaban, no se tiraban como ahora. Además, los materiales no eran tan resistentes como los actuales, y con frecuencia surgían averías en el sistema calzoncilloso. Cada día llegaban a Roma cientos de calzoncillos para ser reparados, en diferentes furgonetas de Seur, MRW, etc., lo que dio origen a la expresión citada anteriormente. Además, como la ciudad creció bastante y fue disponiendo de más servicios, trasladaron allí El Vaticano, que originalmente estaba en Santiago de Compostela. Esta decisión fue muy polémica, pues el Papa León V se oponía frontalmente, ya que era forofo del Deportivo de La Coruña, y en el Congreso Cardenalicio en el que se discutió este asunto dijo: “por mis cojones yo no me muevo”, y “qué chorras pinto yo en Roma, no te fastidia”. Total, que no se movió, pero tuvo que renunciar y El Vaticano terminó en Roma, aunque previamente tuvieron la precaución de nombrar Papa a Juan XI, que era seguidor del Lazio (esto es hacer las cosas con gusto y con sentido común). Todos los miembros y miembras de la Fundación Calzoncillos sin Fronteras reconocemos públicamente la importancia de Roma en la historia y supervivencia del calzoncillo y os animamos a visitar esta bonita ciudad.

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