La revelación del Doctor Gominolo

Histórico episodio ocurrido en 2013 que tuvo una trascendencia fundamental en la vida del Doctor Gominolo, hasta entonces un hombre más o menos normal, que no había tomado conciencia del destino grandioso que le aguardaba. Los hechos arrancan el jueves 19 de mayo de 1983. Examen final de Matemáticas, primer curso de bachillerato. Anacleto Gominolo tenía una fama bien ganada de joven indolente y sin objetivos en la vida. No daba un palo al agua, había suspendido todos los parciales anteriores y se jugaba todo a una carta. Como era previsible, el joven Gominolo se cubrió de gloria y quedó como un auténtico cabestro.

El día anterior al examen, Gominolo fue a la bolera con sus amigotes y allí pasó toda la tarde haciendo el indio. Vio que estaba Paquita Melones, una chica muy guapa, acompañada por varias amigas y trató por todos los medios de impresionarla. Lo primero que se le ocurrió para exhibir sus dotes atléticas fue hacer el salto del ángel desde la barra del bar, sin reparar en que no estaban en la piscina, y por tanto, no había agua. Se pegó un hostión como un piano, del que salió bastante perjudicado, y se le quitaron las ganas de hacer el animal. A eso de las nueve, se las arregló para dar un paseo a solas con Paquita, mientras intentaba ligársela.

– Paquita, qué noche tan maravillosa, con esta temperatura en grados Celsius…

– Desde luego, hay una temperatura estupenda, se puede ir de manga corta.

– Por ti, yo iría de manga corta al Polo Norte, aunque fuese en enero, que en esa época seguro que hace un frío de cojones.

– Eso se lo dirás a todas…

– ¿Cómo lo sabes?

– Tú eres un pillo y te estoy viendo las intenciones…

– Pues entonces verás que mis intenciones son transparentes como el ibuprofeno y te lo voy a demostrar. Mira qué poesía tan bonita he compuesto para ti:

Oda a Paquita Melones

Paquita, me gustan tus apellidos,

el olor de tu pelo,

tu forma de decir “qué caros están los taxis, hay que joderse”.

Eres luz en la tierra

y brisa en el mar.

Me gustas por todo y pienso que contigo

me ha tocado la lotería.

Por cierto, si quieres ver lotería

bájame los pantalones

y verás salir el gordo

con dos aproximaciones.

– Lo reconozco, me has emocionado. No cabe duda de que eres un gran poeta, Anacleto.

– Gominolo, por favor, llámame Gominolo, que resulta más serio y va más con mi personalidad estoica, si me permites el bicarbonato.

– Perdona, es que tienes un apellido poco frecuente.

Pasados unos minutos, se despidieron y Gominolo llegó a su casa cerca de la medianoche. Se metió en la cama sin haber estudiado nada en todo el día, y la mañana siguiente fue al instituto. Antes de entrar al examen, estuvo charlando con su amigo Arturito Cebollo, un tuercebotas de mucho cuidado.

– Este examen no me da buena espina, Gominolo.

– Te veo tristón, Arturito. ¿Por qué dices eso?

– Porque en lo que va de año solo he aprobado en Gimnasia, mayormente. Eso me empieza a mosquear, yo creo que me ha mirao un tuerto.

– Igual es porque en clase no haces ni puto caso y además luego no estudias.

– La verdad, yo no termino de relacionar ambas cosas, no sé qué pensar.

– Yo voy a sacar un sobresaliente, ya lo verás. Y sin dar ni golpe. Tan seguro como que me llamo Gominolo.

– Pues ya me dirás cómo lo haces…

– Muy sencillo, me voy a poner junto a Alfredito Córcoles, que es un empollón y saca siempre sobresaliente en todo, y le voy a copiar.

– Eso será si él te deja…

– Claro que me deja, le he pagado cinco mil pesetas y está todo arreglado. Alfredito es un chico con un corazón que no le cabe en el pecho. Cuando cobra por adelantado, te ayuda en lo que sea.

– Lo has hecho muy bien, sí señor. Tú sí que sabes.

– Soy un lince.

Cuando el lince entró en el aula, se llevó la primera en la frente: el profesor hizo sentarse a todos en sitios distintos a los habituales, y Gominolo quedó muy alejado de Alfredito Córcoles, así que se vio obligado a copiar a su nuevo vecino, que era un cabestro homologado, dicho sea con cariño para no cebarnos en él. Gominolo pensó: “no pasa nada, seguro que este sabe más que yo”. Así que estiró el cuello, copió lo que pudo (que no fue mucho) y el resto lo hizo según su mejor criterio, que era más bien escaso. No estuvo muy afortunado Gominolo, más bien estuvo nada afortunado, como era previsible. A continuación publicamos el examen que hizo este animal:

Examen de Matemáticas.

1. Escriba el enunciado del Teorema de Pitágoras.

En un triángulo mamífero, la suma de los catetos cuadriculados es igual al omóplato de la hipotenusa.

2. ¿Qué es la tangente de un ángulo?

Los ángulos no tienen tangente porque son hermafroditas, lo mismo que los insectos y las tuneladoras.

3. Consideramos dos números positivos y mayores que 1, a los que llamaremos A y B. Si la raíz cuadrada de A es igual a B, ¿cuánto es B x B?

Eso es mejor no aventurarlo, porque los números mayores que 1 tienden a multiplicarse de modo exponencioso y a menudo se obtienen resultados que no ofrecen ventajas prácticas.

4. ¿Qué es un heptágono?

Es un mamífero vertebrado, es decir, que tiene columna vertebrosa y en su interior, la médula espinacal. De todas formas, me parece una pregunta inadecuada en un examen de Matemáticas, aunque ya que la han puesto, le pido que me sume estos puntos.

5. Para todos los números positivos se cumple que su logaritmo neperiano es siempre un valor superior a su logaritmo en base 10. ¿A qué es debido esto?

Yo no quisiera acusar a nadie, pero está claro que el logaritmo neperiano tiene afán de protagonismo y siempre quiere quedar por encima de los demás. Pero esto, que quede entre usted y yo.

6. Los lados de un cuadrado tienen una longitud de 3 metros. Hallar el área de dicho cuadrado.

Muy sencillo, esto lo hago yo con los ojos cerraos: 3 + 3 = 6 metros cúbicos.

7. ¿En qué se diferencia un triángulo isósceles de un triángulo equilátero?

El triángulo isósceles tiene cuatro lados, mientras que el equilátero tiene tres. Por eso, este último es considerado un triángulo de mierda. En cualquier caso, ambos triángulos, al ser claramente esquinosos, pinchan bastante, por lo que están contraindicados para metértelos por el culo.

8. ¿En qué punto se cortan dos rectas paralelas?

Según afirman los matemáticos, dos rectas paralelas no se cortan nunca, pero eso es una chorrada como un piano. Basta con que una de ellas se tuerza un poco, para que se corten, digan lo que digan los matemáticos, que sabrán mucho de otras cosas, pero de Matemáticas no tienen ni puta idea.

9. ¿Qué es un quebrado?

Un número quebrado o discontinuo es un número que sabes cómo empieza pero no sabes cómo acaba, puesto que aparece y desaparece, como el río Ebro en las lagunas de Ruidera. Por ejemplo, el número pi es un número quebrado, ya que empieza por 3,14 y sigue insistiendo. Afortunadamente hay pocos números quebrados y no se usan casi nunca, porque resultan muy cansinos.

10. Si dividimos un número natural por cero, ¿qué resultado obtenemos?

Al dividir por cero un número natural, o un yogur natural, no obtenemos nada que valga la pena. Por tanto, es mejor no perder el tiempo en esto, y dedicarse a cosas más útiles, como jugar a las ranas, coger culebras, etc.

Cuando el profesor, Don Andrés, leyó el examen de Gominolo, estuvo a punto de sufrir un infarto. Lógicamente, le puso un cero como una casa y le echó una bronca que todavía se recuerda. Esto hizo reflexionar a nuestro protagonista, que decidió dar un giro a su vida y comenzó a estudiar con verdadero interés, hasta el punto de ingresar con notas muy brillantes en la Universidad, donde obtuvo unas calificaciones sobresalientes y terminó con éxito el Doctorado en Física Cuántica.

Damos ahora un salto de varios años y nos situamos en Madrid, 8 de noviembre de 2010. El Doctor Gominolo, que ya había alcanzado gran prestigio en el ámbito de la Física Cuántica y comenzaba a destacar como diseñador de circuitos para carreras de sacos, era un joven feliz. No solía intervenir mucho en el día a día de la empresa familiar, Mecanizados Viuda de Antolín, aunque conocía perfectamente el funcionamiento de las hebillas para cencerros, que él mismo probaba de vez en cuando colgándose un cencerro que tenía en casa para tal fin. Además, solía tocar el violonchelo (previamente se quitaba el cencerro) y pasaba buenos ratos practicando el ajedrez con escafandra, lo cual le granjeó cierta fama de raro, ya que a la gente le gusta hablar. Sin embargo, no todo era perfecto: estaba descontento con Telefónica, su proveedor habitual de telefonía e internet, pues lo consideraba algo caro aunque funcionaba muy bien, y se puso a buscar otra empresa que le ofreciese mejores servicios. Después de comparar varias opciones, se decidió por la compañía Chinophone, que ofrecía su “Tarifa Premium”, cuyas características principales, anunciadas en letras bien grandes, eran las siguientes:

Coste de 24 €/mes.

Velocidad ADSL de 150 megas.

Llamadas ilimitadas gratis a teléfonos fijos.

Internet en el móvil gratis, sin límite de datos.

Mensajes SMS ilimitados gratis.

No cabe duda de que se trataba de una buena oferta, así que Anacleto Gominolo se dirigió a la tienda de Chinophone y firmó el contrato. A partir de ese momento, comenzó a tener problemas de todo tipo: llamadas que se cortaban en cualquier momento, internet no disponible o muy lenta, imposibilidad de descargar archivos, etc. Cuando llamaba al teléfono de asistencia técnica, normalmente le daba los buenos días un cabrón de chino y le ponía en espera, casi siempre con el pasodoble de “El Gato Montés”, aunque a veces lo cambiaban por el de “Marcial, eres el más grande”. Como el Dr. Gominolo era más de sinfonías que de pasodobles, ya empezaba a estar hasta los huevos.

Por otra parte, observó que las facturas le venían con un coste superior al firmado (24 euros/mes), y que cada mes le estaban cobrando 1.615 euros. Al tratarse de una diferencia apreciable, el Dr. Gominolo, que era un lince, pensó que tal vez habría en el contrato alguna cláusula que desconocía cuando firmó. Cogió el contrato y leyó primero los textos en letra normal, en los que no apreció ninguna anomalía. Luego cogió una lupa y comenzó a leer el resto, dos páginas en letra muy pequeña, y ahí es donde se llevó una sorpresa muy desagradable, pues ponía cosas como estas:

“El contratante de la Tarifa Premium abonará una cantidad base de 24 euros/mes, a la que deberán sumarse de modo irrenunciable las siguientes tasas, sin poder eludir ninguna:

Tasa de compra: 18 €/mes.

Tasa de adquisición: 23 €/mes.

Tasa de arrepentimiento: 21 €/mes.

Tasa verde contra el cambio climático: 86 €/mes.

Seguro obligatorio de accidentes provocados al meterse el teléfono por el culo: 114 €/mes.

Recargo por antonomasia: 108 €/mes.

Recargo por distancia mínima al suelo: 67 €/mes.

Recargo por sobreesfuerzo: 156 €/mes.

Comisión por apertura de puertas giratorias: 122 €/mes.

Previsión por si acaso: 108 €/mes.”

Al Dr. Gominolo le escamaba sobremanera esta cantidad de tasas, recargos y comisiones, pero como no era experto en leyes, no quiso anticipar conclusiones y siguió leyendo. Encontró otras cláusulas cuando menos curiosas:

“La velocidad de internet de 150 megas, se entiende que es cuando se pueda. Si no se puede, no hay que hacer un drama de esto y hay que tener paciencia, pues lo contrario constituiría abuso de confianza por parte del cliente y podría ser demandado, por cabrón.”

“Las llamadas ilimitadas gratis a teléfonos fijos, se entiende que son las realizadas en años bisiestos terminados en siete. Para los demás casos, se aplicará la tarifa reducida de 73 €/minuto.”

“Las llamadas ilimitadas gratis a teléfonos móviles, se entiende que son las realizadas en jueves festivos entre las 02.00 y las 03.00 horas. Para los demás casos, se aplicará la tarifa amigable de 74 €/minuto.”

Tras leer todo esto, comenzó a sospechar que le habían timado y montó en cólera. En ese momento, se dijo a sí mismo: “soy un hombre, y voy a reaccionar como un auténtico hombre, se van a enterar de lo que vale un peine.” Dicho y hecho, el Dr. Gominolo se sentó frente a su ordenador, abrió el Outlook y escribió a la dirección de correo de Chinophone un mensaje durísimo, que reproducimos a continuación:

Madrid, 11 de enero de 2013.

Estimados señores de Chinophone:

Disculpen que les moleste, pero el servicio que me está ofreciendo su empresa no colma totalmente mis expectativas, pues encuentro puntos que considero mejorables y que paso a enumerar:

Punto 1. La conexión a Internet es muy lenta, lejos de los 150 megas del contrato. He hecho varios test de velocidad, y nunca se superan los 0,2 megas, lo cual es unas 750 veces inferior a lo que yo tengo contratado. Francamente, en este aspecto no puedo ocultar mi desilusión.

Punto 2. Cuando hablo por teléfono, la calidad del sonido es muy mala, e incluso muchas llamadas se cortan o se cruzan conversaciones con otros usuarios. Por ejemplo, ayer estaba hablando con mi novia, y se metió en nuestra conversación un señor de Córdoba al que no conocíamos. Afortunadamente, resultó ser una persona amable, pero nos tuvo media hora al teléfono contándonos su infancia en Puente Genil, y acabé por perder el hilo de la conversación con mi novia, cosa que me incomodó sobremanera. Por tanto, debo manifestar enérgicamente mi desacuerdo con el funcionamiento del servicio telefónico de su compañía.

Punto 3. En todas las facturas me están cobrando ustedes 1.615 €/mes, una cantidad claramente superior a los 24 €/mes que aparecen en el contrato. Los primeros meses pensé que se trataría de algún error administrativo, que disculpé como es lógico entre personas civilizadas, pero ya son veinte meses pagando esa cantidad que me parece excesiva, lo cual causa severos desequilibrios en mi economía y me lleva a expresar de modo inequívoco mi descontento en esta cuestión.

Punto 4. El contrato está lleno de letra pequeña que no advertí en el momento de firmar, y en el que aparecen varios conceptos con los que no estoy de acuerdo, pues creo que no se adaptan en todos sus aspectos a la legislación vigente.

Por todos los motivos expuestos anteriormente, les solicito (si no es molestia) que revisen mi contrato con el fin de ajustarlo a mis necesidades.

Reciban un afectuoso saludo de:

Anacleto Gominolo Carrascosa.

Hasta aquí el email que envió el Dr. Gominolo al Servicio de Atención al Cliente de Chinophone, en el que se advierte una fiereza aterradora, fuera de lo común. Tanto es así que a los pocos días (no habrían pasado más de diez semanas), el Dr. Gominolo recibió la siguiente contestación:

Madrid, 26 de abril de 2013.

Estimado Sr. Don Anacleto Gominolo Carrascosa:

Tomamos nota de sus amables sugerencias. En un plazo lo más breve posible, no superior a 136 meses, le responderemos con mucho gusto.

Mientras tanto, siga disfrutando de nuestros servicios de Internet y telefonía.

Saludos cordiales,

Mari Pili Cominos y Gómez-Cabras

Servicio de Atención al Cliente de Chinophone

Bien, al leer el correo de Chinophone, al Dr. Gominolo le quedó claro que esos cabrones se habían asustado y comprendían con quién se estaban jugando los cuartos. Tras reflexionar sobre ello, se dijo a sí mismo: “está claro que soy un fenómeno. No hay nada que se me resista.” Según comenta a menudo el Doctor Gominolo, aquello fue una auténtica revelación que le empujó a crecer como persona y a tratar de dejar algo importante a las generaciones venideras. Ahí estuvo el inicio de un proceso que culminará en el Proyecto Ponle Freno de Mano a la Cencerrosis Escrotal Conmutativa, la aventura más ambiciosa que jamás emprendió el ser humano.

Scroll al inicio